lunes, 30 de septiembre de 2013

¿AMIGOS O ENEMIGOS?

Hace una semana se celebró el Día de la Independencia de México, las fiestas patrias.
El día 15 de septiembre el presidente de la república, desde el balcón del Zócalo, y evocando la llamada a la independencia que hizo Miguel Hidalgo, toca la campana que tocó él en la iglesia del pueblo de Dolores y da "el Grito", que normalmente son vivas a diversos personajes relevantes en la historia mexicana. Algunos han aprovechado para hacerse publicidad o meter cuñas políticas muy poco discretas, pero no es lo habitual.
Aquí está el original, Miguel Hidalgo y Costilla. Más sobre el grito de Dolores  pinchando aquí
Y aquí el grito de este año, dado por Enrique Peña Nieto. Detrás está su esposa, con un vestido horrible que le sentaba fatal y le añadía unos 50 años. Además muy sosos los dos, se les notaba incómodos. No sé si porque el día anterior habían desalojado por la fuerza a los maestros instalados en el Zócalo para poder celebrar allí la ceremonia y dejaran de llamarlo calzonazos, o porque después de dar el grito viajó a Veracruz, donde las inundaciones ya habían provocado el desastre. O por el look de su mujer, infumable.
En el colegio, por supuesto, se celebró y, días antes, nos enviaron un correo pidiendo a los padres que apoyásemos la labor de los maestros y les hablásemos a nuestros hijos del histórico momento. Los niños más mayores habían preparado su propio Grito y lo iban a representar desde un balcón del colegio antes de proceder a comer y beber productos típicos del país.

Hasta ahí bien, pese a la aparente contradicción de que un español celebre que México consiguió separarse de la corona española. No pasa nada, tenían razón y punto. Aunque, que nadie se moleste, pero por lo que puede investigar, lo que en realidad pretendían en un principio (o eso decían) era independizarse del gobierno que Napoleón había instaurado en nuestro país, y apoyar la legítima monarquía, la de Fernando VII, que menudo chollo...
En cualquier caso, obvié esos detalles, y le hablé del derecho a gobernarse a sí mismo, excepto cuando eres un niño, que te gobiernan tus padres, por supuesto.

En una reunión que tuvimos pasadas las fiestas la directora se dió palmadas en la espalda hasta hacerse un morado, se aplaudió hasta que le sangraron las manos y se felicitó efusivamente y sin miramientos celebrando lo "bien" que había resultado todo y lo "súper bien" (cito textualmente) que los niños habían asimilado el meollo de la cuestión.
Unos días después estábamos en el cursillo de natación al que va también Alonso, un compañero de clase con el que Hijo se lleva bastante bien porque comparten aficiones y castigos frecuentes, y se me acercó el susodicho Alonso.
"¿Te puedo preguntar una cosa?"
"¡Claro!, ¿qué quieres saber?"
"Ustedes los españoles, ¿se pelearon con nosotros, los mexicanos?"
"Sí, pero fue hace mucho, muchísimo tiempo"
"¿Y ustedes también, Hijo se peleó con nosotros?"
"No, cuando pasó eso no había nacido Hijo, ni nosotros, ni tus abuelos"
"¡Ah!, entonces Hijo no peleó"
"No, no peleamos ninguno de nosotros. Nosotros estábamos en España, si hubiéramos estado peleando en México en aquella época, estaríamos viviendo aquí desde que nacimos".

El pobre andaba preocupado por la disyuntiva de tener que corrernos a gorrazos cada vez que nos viese, y las ganas de venir a jugar con Hijo y a tirarse por el tobogán de agua con él y con Marido (no se había atrevido antes de hacerlo con ellos). Le parecía una faena tener que ser nuestro enemigo por un quítame allá ese yugo colonialista que, era evidente, a él ni le iba ni le venía del todo.
Ganas me dieron de llamar a la directora y comentarle que su magnífico plan había tenido alguna fisura, alguna "falla" que no habían detectado con su sistema de control de calidad.
Pero no quise quitarle la ilusión a la muchacha, me guardo ese as en la manga para cuando la ocasión lo merezca.

Ni que decir tiene que me parece normal, lógico y justo que México se independizase de un país que, salvo disgustos, no le daba mucho más, eso ni dudarlo.
Y, por si alguno duda de mi palabra, aquí está una imagen de Angélica Rivero, la primera dama, en la noche del 15 de Septiembre.
No es por hacer sangre, pero parece una morcilla.

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