miércoles, 16 de octubre de 2013

DIENTES DE AJO

No es nuevo para nadie que, al igual que cualquier madre anormal por definición del propio concepto, adoro a Hijo siempre y en todo lugar.
Incluso en esos momentos en que lo mataría, no es a él a quien pienso en asesinar, sino a ese ser que lo ha poseído y que, no cabe duda, no es mi niño ni su sombra.
Por eso me preocupan todas sus cosas, incluido el tema estético. Que no haya dudas, es GUAPÍSIMO, lo mires por donde lo mires, precioso, pero... la caída de los dientes va a poner una mínima mancha en su incólume perfección.
Para poner en antecedentes al prójimo os diré que hace ya tres años, en primero de infantil, me llamaron un día del colegio para contarme que se había dado con el canto de una puerta mientras iba corriendo a todo lo que daba (y daba mucho, doy fe) y le habían tenido que poner unos puntos de contacto en la barbilla. Lo del labio reventado no se podía solucionar con otra cosa que hielo y fingir que era hijo secreto de Carlos Baute.
Vale, no se parece en nada a Carlos Baute, pero me pareció más simpática esta foto.
Cuando llegó a casa constaté su penoso aspecto, aunque sonreía como si nada. De hecho no se quejó con el golpe, sólo repetía "Que castiguen a Julián, que castiguen a Julián..." como un mantra.
Unas horas después me dice, así, de pasada "Me gusta mi diente nuevo". Eso disparó las alarmas maternales y, tras una revisión cuidadosa, descubrí que, efectivamente, una de las palas estaba algo inclinada hacia atrás.
Visita al dentista y semanas de vigilancia y cuidados intensivos para evitar infecciones.
Así quedó la cosa hasta el mes de Abril del presente año. En esos días se le hinchó la encía alrededor del diente y la dentista nos aconsejó sacar el diente para evitar problemas que podrían ser importantes. Dijo que el diente definitivo ya estaba encajado y que saldría como si nada a su debido tiempo. Dios la oiga, de momento espero paciente.
En junio tenían la fiesta de graduación de infantil, con presentación de diapositivas del antes y el después (lloramos como locas las madres, una gozada), discurso, palabras de los niños y entrega de diploma y regalo. Por supuesto iban con toga y birrete de cartulina.
Y date que justo el día de la ceremonia, se levanta con un ojo completamente hinchado, no se le veía. Eso, unido a la clara desaparición del diente superior, le daba todo el aspecto de haber estado en una pelea de bares la noche anterior, o disputando la Copa del Mundo de boxeo, Peso Mosca.
Si éste es el que ganó no quiero imaginar cómo quedó el otro.
Por suerte las fotos de la orla la habían hecho cuando aún conservaba todas las piezas dentales y el ojo lucía completamente abierto.
Y hete aquí que, cuando todavía está tratando de hacerse un sitio en un colegio que aún le es hostil, resulta que me comunica que se le mueve la otra pala y compruebo consternada que es cierto.
Cuando me lo imagino con ese hueco gigantesco que, seguro, lo hará pronunciar con extraño acento, que no le va a permitir usar pajita ni tomar sopa durante meses, se me cae el alma a los pies.
Pero como estamos en la semana del positivismo activo para no caer en la depresión y el espanto antes de la nueva tanda de exámenes, estoy dispuesta a buscarle el lado bueno.
Puede que en español suene como si estuviera comiendo polvorones, pero igual le ayuda para que su acento inglés suene más americano auténtico. Y se acerca difuntos, la mitad del maquillaje ya lo lleva de serie, eso que me ahorro.
Y si veo que la fórmula del flower power no cuela, le puedo hacer unos sustitutos provisionales con unos dientes de ajo y, de paso, mantener alejados a los vampiros y los banqueros.
Dios aprieta pero no ahoga, ayer me percaté que asoma en el horizonte bucal el paleto que le falta, lento pero inexorable se abre paso por la encía. Con un poco de suerte el otro tardará un poco en caer, no está demasiado flojo, y en lugar de dos dientes delanteros le faltará sólo diente y medio, mucho más digno, ¡dónde va a parar!.

2 comentarios:

  1. Los dientes de leche han de ser tratados con suma delicadeza y cariño. Como botón de muestra, el otro día en la piscina, a una niña se le cayó un diente cuando hacía natación. La pequeña desconsolada trató de buscarlo buceando con ahínco, pero poco menos que tarea imposible, no dio con él. Sus compañeros se sumaron generosos, pero ni por estas. Eran un poema sus rostros en las escaleras de los vestuarios. ¡Qué tristeza! Alguno, ignorante de lo ocurrido, bajaba riéndose y haciendo el tonto y pronto le llamaron al orden, poniéndole en conocimiento de la desgracia acaecida. Varias niños rodeaban a la afectada por la pérdida, tratando de animarla y, entre ellos unas niñas, corrieron a comunicar a la maestra lo sucedido para pedirle vehementemente que escribiera una nota al ratoncito Pérez, en la que le pusiera al corriente de tan penosa situación. La maestra sorprendida y un tanto desbordada por lo que se le venía encima, se prestó de inmediato diciendo que, en cuanto pillara un momento, la escribiría y se la daría a la madre de la afectada. Rápidamente, cayó en la cuenta del error táctico cometido: ¿A la madre? ¿A caso el receptor del escrito no debía ser el ratoncito? Sin embargo, los niños no vieron nada extraño en la respuesta y, confiados, en que ella sabe qué hacer en casos de emergencia, hallaron cierto sosiego. La maestra, no obstante, no conforme con la solución propuesta, decidió escribir una entrada en el blog escolar explicando lo ocurrido y comunicando que el ratoncito Pérez, como buen seguidor del mismo, pronto pondría solución al problema. Al día siguiente, todo solucionado.
    Así que ya sabes, mucho mimo y, en este caso en especial, mucho amor para esos dientes de Hijo, que con lo que le está tocando,...

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Aunque tarde, procedo a responder y a contarte lo que pasó. Como dos días después de escribir esto se le cayó el diente en el autobús escolar al quitarse el jersey, imagina lo flojo que ya estaba. Igual que ocurrió en el caso de la piscina, no apareció y le pidió al conductor y a la cuidadora que, una vez finalizada la entrega de niños, volviera para aparcar debajo de casa y así el ratón podría recoger el diente y dejarle su regalo. Obviamente escribimos la nota explicativa pertinente y el ratoncito se comportó y le trajo un billete de 20 pesos (unos dos euros al cambio) y un vaso para el desayuno. Las historias dentales se repiten, ya ves. Un abrazo.

      Eliminar